Réquiem para un reflejo

Sueño de ataúd, 
alguien vivo dentro.
No he muerto,
solo quiero un funeral
pero no tengo un cuerpo.

Lo compré por si acaso,
Va atrás, en el asiento.
Se que está,
pero no siempre lo siento.

Duelo de sombras,
sin restos finales.
No hay deudos o coronas,
ni rituales sociales.

Intenté hacer un altar,
con fuego verde y fruta fresca.
Pero el susurro regresa,
me habla, me atraviesa.

Con solo una chispa,
vuelve a tronar mi bosque,
el lago se vuelve a oscurecer.
Envuelta en tus llamas,
mi alma vuelve a arder.

Cierre ilusorio,
como dios celoso
no se contenta
con un solo ritual.
Pide abrir la herida
y volverla a cerrar.

Este es el vaivén de un corazón:
Una presencia ausente,
que de cuando en cuando,
muy real se siente.
Debo vivir con ella,
hasta que se integre.

Dicen que el fin de los tiempos,
con amor termina.
Y el fin de mi historia ilusa,
ya entre cenizas camina.

No necesito que me entierren,
si no hay quien mire,
si no hay quien espere.

Pero la necia esperanza
mis manos ata,
abre el ataúd,
esconde el sello,
mi duelo amenaza.

Solo en mis sueños
encontraré tu mano
al lado de la mía.
Te esconderás tras bastidores,
dirás que no te importa mi partida

El vaso se ha rebalsado,
escurre de dolor, sombras y mi aliento.
Y en el silencio, un susurro:
Cómo hago un funeral sin cuerpo?

Alguna vez,
a mi puerta llamaste.
Disculpame,
no era el lugar,
no era el tiempo.
Y ahora que quiero abrir,
ya te marchaste.

Perdóname,
con lágrimas contenidas
le escribí a tu ternura que escapó.
Y un corazón rojo
ahora late como flor
en la lápida
que de tu ausencia quedó.

Las lágrimas caen ahora,
gordas y espesas,
a mi voluntad doblaron.
Misa de cuerpo ausente.
Mi tierra cubre una tumba vacía.

Leí tus diarios
en forma de canciones,
sentí tu amor y tu dolor.
Vacíe todo
en un espejo existencial
sin alma y sin vida,
que refleja tu mirada,
y también la mía.

Llegará el día
donde el humo no venga
de mi carne quemada.
Sino de las últimas brasas
de tu fogata sin ramas.

He comprado un ataúd,
por si acaso.
Por si mi alma se libera
de las cadenas de tu espejismo.
A soltar debo aprender,
pero sé paciente,
pues es mi alma
lenta para entender.

Y si el olvido no llega,
no te preocupes,
no sientas pena.
Tal vez llegue primero,
la muerte serena.


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