Amor Cantábrico

Supongamos que el mar...
Supongamos que una tormenta
entra por el alféizar,
y se escurren nuestras venas
buscando llegar al mar.

Con un dedo la tapamos,
para no dejarnos quemar.
Mejor todo encapsulamos
y lo llamamos amar.

El amor se oferta
como pescados:
afectos enlatados
en el frío mercado.

Se busca pescar
para cubrir la soledad.
Se hojean catálogos
de cuerpos para comprar.

Compañías envasadas
con fecha de caducidad.
Y al abrir los envases,
vendrá la cruel verdad:

La balanza de la pesca,
surge sin avisar.
En el equilibrio furioso,
rendiremos cuentas,
y nos consumirá.

Deja entrar la luz
o las nubes se partirán.
Si irrumpe la galerna,
ya no habrá más cuerpos
que el alma pueda pescar.

El cielo se hace espuma,
donde comienza el mar.
Y en medio está la espada,
con furia cerúlea,
nos atravesará.

Reventará la cápsula,
con la furia del mar.
Y el fuego primigenio,
nos sacudirá.
Lo que hemos inventado,
no se sostendrá.

Supongamos que podemos,
atrevernos a amar.
Un temblor compartido
que no busca ganar.

Pero en medio del oleaje,
el temblor nos partirá.
Si queremos contenerle,
nuestra carne se ahogará.

En el oleaje furioso,
se comprende menos,
pero se vive más.

Supongamos que nos quedamos
libres y sin mercados.
Viviremos más,
sin estar atados.

Supongamos que amamos,
aun si la muerte
nos esperará.
Supongamos que el mar...

Proyecto Postman © 2025 · Pequeñas cartas de amor a la ciudad, las palabras y personas que la habitan.