Proyecto Postman busca arrancar la poesía de los libros, vitrinas y bibliotecas.
Descentralizar, desacademizar los versos para entregarlos al azar de la calle.
Con Proyecto Postman, la palabra busca fugarse, volverse cuerpo y accidente, evento fortuito y simbólico.
Los versos buscan respirar en las bancas, las mesas, las señales de tránsito, en las manos de los habitantes de la ciudad.
Se entregan en forma de sobres inesperados y símbolos que aparecen entre la ciudad, para que vivan y se reciban donde menos se espera: en la calle, en lo cotidiano, en lo humano.
Será la poesía la que buscará a las personas.
Proyecto Postman nace también como rebelión.
Sí, una rebelión ante el consumo rápido y masivo de la época actual.
Un minimalismo forzado que busca arrancar la esencia de las cosas, convertir el arte en algo digerible, plano, mínimo.
El arte surge como un despliegue del espíritu humano que nos vuelve a conectar con nosotros mismos: es espejo, puente y herida.
El arte es una forma de resistencia ante el dolor, la frivolidad y la alienación. Es la conexión con lo profundo de nuestra humanidad.
Cuando el arte intenta ser secuestrado por la lógica del consumo, entonces se vuelve paradójicamente alienante: una distracción más para alejarnos de nosotros mismos.
Se convierte en algo que busca solamente ser consumido y digerido, en lugar de contemplado; algo que busca impacto breve en lugar de resonancia emocional.
Afortunadamente, muchos artistas rompen ese patrón, aun si no resuenan en altavoces mediáticos o grandes pantallas. Ellos son una resistencia importante contra el monstruo de la alienación y el consumo, a través de su pasión, su emoción y su arte.
El Proyecto Postman busca crear una experiencia sensorial que también resista y rompa ese patrón moderno.
A través de los sobres se busca evocar una experiencia accidental que sea visual, táctil y olfativa.
Cada sobre es preparado con cuidado y paciencia, porque los pequeños detalles son los que pueden hacer de lo aparentemente pequeño, algo grande.
El arte es espejo, puente y herida.
Lamentablemente, la ciudad natal del Proyecto Postman carga con una herida profunda: una elevada tasa de suicidios.
El suicidio es un tema bastante complejo, con muchas aristas y muchos factores; por ello, no puede simplificarse. Pero una de las causas que laten bajo esa herida es una cultura que se ha ido volviendo frívola, alienada, desconectada de sí misma.
Nos enfrentamos a una cultura que promueve las relaciones superficiales, la competitividad, la demanda por productividad, la autoexigencia.
Todo esto termina por internalizarse, y así, el valor y la autoimagen del individuo quedan ligados a expectativas, al vaivén de lo que se disfraza de amor para cubrir la soledad y otros vacíos, y a lo que el individuo produce y demuestra de manera pública.
Todo esto desgasta lentamente, pudiendo generar sentimientos profundos de insuficiencia, soledad, inseguridad, hastío, desesperanza.
El arte no es ninguna cura mágica, pero sí puede ser compañía y espejo. Cuando nos identificamos con una canción, por ejemplo, parte de nuestro dolor echa raíces en los versos, en el ritmo, en el sentir. Y así, ya no se siente un dolor tan aislado, sino algo que resuena y se comparte.
Es como si nuestro dolor encontrara un reflejo para contemplarse a sí mismo a través de la expresión de otra persona. Ahí, la humanidad compartida se encuentra, se reconoce y se siente.
Una herida nombrada es una herida compartida y acompañada. Aun si es breve, aun si es temporal, es humanidad compartida.
Si al menos una de las cartas del Proyecto Postman llega a las manos indicadas, si logra tocar o acompañar algo humano, por más pequeño que sea, entonces el Proyecto Postman habrá cumplido su propósito.
Una herida nombrada es una herida acompañada.
Proyecto Postman © 2025 · Pequeñas cartas de amor a la ciudad, las palabras y personas que la habitan.